¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.

Salmos 73:25

Estas palabras de David me conmueven profundamente porque reflejan la pasión del corazón de un hombre que buscaba agradar a Dios. Él tenía la convicción de que Dios era todo para él, lo único que necesitaba, y si algo no venía de Él o no era para Él, entonces David no lo deseaba.

El Salmo 73 es un lamento del salmista Asaf, quien confiesa que envidiaba a los impíos porque parecían prosperar mientras él sufría. Sin embargo, en el versículo 17, Asaf entra en el santuario de Dios y comienza a entender la verdad espiritual: que los impíos están en peligro constante mientras que Dios es su verdadero tesoro.

En el versículo 25, Asaf declara: «¿A quién tengo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra.» Esta es una afirmación poderosa de que la presencia y el amor de Dios son suficientes para satisfacer completamente al salmista.

En nuestra vida diaria, es fácil perder de vista lo que es verdaderamente importante. A menudo, nos preocupamos demasiado por cosas que son temporales y efímeras, como la riqueza, el estatus social o el éxito en el trabajo. Sin embargo, como Asaf descubrió, estas cosas no pueden satisfacer nuestra alma. Solo Dios puede hacerlo.

Es importante tomarse el tiempo para entrar en la presencia de Dios y buscar Su sabiduría y guía en todo lo que hacemos. Al hacerlo, podemos recordar que nuestra verdadera riqueza y nuestro verdadero propósito se encuentran en nuestra relación con Él.

Así que hoy, recordemos que nuestro mayor tesoro es la presencia y el amor de Dios. Pidámosle que nos ayude a mantener nuestros ojos y nuestro corazón fijos en Él, y a confiar en que Él satisfará todas nuestras necesidades.